Raspberry Pi 500+ llega con teclado mecánico, SSD M.2 de 256 GB y 16 GB de RAM como su mayor salto de potencia

La 500+ es el punto en el que el formato-teclado se convierte en un sobremesa razonable para programar, cacharrear y, sobre todo, vivir con él. La clave está en tres decisiones: teclado mecánico de verdad, almacenamiento serio en M.2 con SSD de 256 GB preinstalado y 16 GB de RAM. Con eso, el homenaje a los micros ochenteros pasa de la nostalgia al uso real.

Un “todo en uno” que por fin cuadra

La base técnica es conocida: plataforma Raspberry Pi 5, con CPU Arm Cortex-A76 de cuatro núcleos a 2,4 GHz, salida dual 4K y WiFi de doble banda. Lo diferencial no es la lista de siglas, sino cómo encajan en un producto que llega listo para trabajar. Incluso puede llevar en un kit que incluye ratón, fuente de 27 W, cable micro HDMI a HDMI de 2 metros y la guía para empezar con un mensaje es claro: desembalas, conectas y usas. Sin caza del adaptador raro, sin tutorial infinito.

El giro decisivo: el teclado

Raspberry Pi ha entendido que el teclado no es un accesorio; es la interfaz que define el carácter del equipo. Aquí cada tecla vive sobre Gateron KS-33 Blue con vástago personalizado en gris plata (RAL 7001). Tienen clic y recorrido, y eso cambia la relación con la máquina: escribir deja de ser un trámite. La retroiluminación RGB por tecla es programable y, con un RP2040 corriendo QMK como controlador, se abre la puerta a capas, macros y mapeos sin pasar por soluciones de terceros.

Detalles que suman: las keycaps de perfil bajo están pintadas y grabadas a láser para que la leyenda deje pasar la luz; si prefieres otra sensación, acepta la mayoría de juegos de teclas del mercado y, sí, trae extractor en la caja. No es postureo: es mantenimiento y personalización bien resueltos.

Almacenamiento de sobremesa, no de compromiso

El salto a M.2 2280 es el “por fin” que se le pedía a un Pi todo-en-uno. El modelo incluye un SSD de 256 GB con el sistema preinstalado, y la bahía interna admite cualquier placa 2280 (PCIe sobre el soporte previsto). Abrir la carcasa está pensado y documentado: viene herramienta en el paquete. Quien quiera seguir arrancando desde SD o SSD USB puede hacerlo, pero el camino natural ya no depende de tarjetas pensadas para otra cosa.

Memoria para pasar de “probar” a “hacer”

Los 16 GB de LPDDR4X-4267 son la otra mitad del asunto. Esta cifra, inédita en un Pi de consumo, cambia el tipo de tareas que puedes plantearte: compilar, tirar de contendores ligeros, mover editores pesados o jugar con modelos de lenguaje locales de tamaño contenido. No es una estación de trabajo, pero sí un sobremesa suficiente para aprender, desarrollar y prototipar sin tropezar con la falta de RAM.

Qué uso tiene sentido y cuál no

• Sí: aprendizaje de programación, dev web, scripting, automatización doméstica, retroiluminación y macros del propio teclado, media center sobrio, emulación moderada, pequeños proyectos de IA local.
• Con matices: edición multimedia seria (dependerá de codecs y aceleraciones), cargas CPU sostenidas durante horas (habrá que ver cómo resuelve la refrigeración el conjunto; el A76 a 2,4 GHz no perdona si lo aprietas).
• No es su liga: 3D complejo, workflows con GPU exigente o compilaciones masivas continuas.

El encaje en la familia Pi

La Pi 400 abrió camino con un teclado de membrana y una idea potente; la Pi 500 maduró el concepto, pero dejaba “huecos” en la PCB que delataban que venía algo más. La 500+ rellena esas casillas: M.2 implementado, SSD de serie, teclado mecánico, 16 GB. El resultado no es un patchwork, sino un producto coherente que entiende a su público: educación, makers y creadores que quieren un equipo listo, fácil de mantener y hackeable.

Precio y propuesta de valor

A 200/220 dólares (171/188 euros) compite con mini PCs baratos y portátiles de segunda mano. ¿Por qué elegir esto? Porque ofrece experiencia más que ficha técnica: teclado de calidad, almacenamiento estándar, RAM suficiente, ecosistema y documentación. Y, sobre todo, comunidad: ejemplos, tutoriales, piezas de repuesto y cultura de desmontar sin miedo.

Luces largas y sombras honestas

Luces: teclado excelente, M.2 interno de verdad, SSD incluido, 16 GB, kit bien pensado, enfoque educativo y maker intacto.

Sombras: el SSD de 256 GB se quedará corto para quien empiece a devorar datos; el ruido (si hay ventilación activa) y la temperatura serán punto a vigilar; y algunos puertos siguen anclados al ecosistema Pi (micro HDMI) con lo que conlleva en adaptadores.

La Raspberry Pi 500+ es el paso que convierte un formato entrañable en una herramienta diaria. Mantiene el guiño retro, pero lo sostiene con decisiones modernas: mecánico, M.2, 16 GB y un kit que invita a empezar ya. No busca batir récords de potencia; busca que apetezca usarla y que puedas crecer con ella. Y eso, en un mundo de fichas técnicas infladas, es justo lo que la hace interesante.

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